" A la mañana siguiente, la Bella se volvió a encontrar, como por encanto, en el palacio de la Bestia. Enseguida se vistió y empezó a dar vueltas por aquellas amplias salas, por aquellas largas galerías. Se sentía cada vez más inquieta y miraba a cada momento el gran reloj de péndulo que estaba a la entrada. Según su costumbre, la Bestia no se presentaba nunca antes de la hora de la cena. "
Madame Le Prince de Beaumont, La Bella y la Bestia
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